Los comportamientos extremos son a menudo contraproducentes. Si preocuparse por la propia salud entra dentro de los límites de lo razonable, hacerlo de manera obsesiva es uno de los síntomas de la ortorexia.
Según explica Mª Isabel Yagüe Lobo, miembro de la Asociación de Dietistas-Nutricionistas de Madrid, la ortorexia es la “preocupación u obsesión extrema por los alimentos pretendidamente saludables y exentos de contaminantes”.
Quienes padecen este trastorno “se preocupan más por la calidad de los alimentos que por el placer de comer. De hecho, la comida es el centro de sus pensamientos y de su vida”, señala la dietista y nutricionista.
Asimismo, los afectados por la ortorexia vigilan de manera exhaustiva los ingredientes de todo lo que ingieren. Tanto es así que sienten “fobia a realizar comidas fuera de casa por no poder controlar los componentes de los alimentos que consumen”, indica la especialista.
Necesitan planificar las comidas y saber lo que comen para sentirse seguros y tranquilos. Su obsesión por comer sano les conduce a preocuparse “por la forma de preparar la comida y por los recipientes en los que se cocina”, precisa Yagüe. Además, suelen presentar temores hipocondríacos, apunta.
Generalmente, la prevalencia de la ortorexia es mayor entre las personas “muy estrictas, controladoras y exigentes tanto consigo mismas como con los demás”, afirma la nutricionista.
CANTIDADES DIARIAS ORIENTATIVAS.
Yagüe aclara que el 50 por ciento de la energía que ingiere un adulto sano debe proceder de los hidratos de carbono, entre el 12 y el 15 por ciento de las proteínas y sobre el 30 o 35 por ciento de las grasas.
Las cantidades diarias orientativas (CDO), presentes en el etiquetado de muchos alimentos, pretenden ser una herramienta para que el consumidor haga elecciones saludables a la hora de llenar la cesta de la compra. Pero “no son objetivos a cumplir, sino una guía de referencia”, subraya la especialista. “Una persona con ortorexia puede llegar a tomar estos valores como objetivos estrictos y obsesionarse con alcanzar las cantidades exactas
diarias de cada nutriente”, sostiene.
Las CDO se basan en una dieta de 2.000 kilocalorías al día para un adulto sano. Pero se trata de un cálculo aproximado, ya que las necesidades energéticas y de nutrientes varían en función de parámetros como la edad, el sexo o la actividad física.
“La ortorexia puede desencadenar problemas de salud si la obsesión por comer sano va ligada a la limitación o exclusión franca de un grupo de alimentos”, destaca la nutricionista. Así, resulta necesario mantener una dieta variada y consumir alimentos de todos los grupos para evitar déficits nutricionales.
Por el contrario, una persona con ortorexia que no excluya ningún grupo de alimentos puede llevar una alimentación saludable desde el punto de vista nutricional. En este caso, el problema radica “en el comportamiento que manifiesta frente al acto de comer. Se trata de una cuestión psicológica”, comenta.
El aislamiento social de estas personas en reuniones gastronómicas es “notorio”. Se distancian de amigos y familiares, pues todo su mundo gira en torno a sus estrictas normas sobre la comida. Dicho aislamiento “puede suponer una falta de satisfacciones afectivas, lo que conduce a una preocupación aún mayor por la comida”, añade.
Desde el punto de vista nutricional, la prioridad en el tratamiento de la ortorexia es cubrir los requerimientos energéticos y nutricionales de manera individual y reestructurar los hábitos alimentarios. “La introducción de los alimentos rechazados debe ser paulatina y siempre desde el fundamento de seguir una dieta sana, equilibrada, variada y suficiente”, señala Yagüe.
Además, quienes padecen ortorexia deben recibir ayuda psicológica para restar la excesiva importancia que le dan a la comida.